Hasta en las épocas de mayor estabilidad, las empresas familiares se enfrentan al reto de equilibrar dos prioridades:
Por un lado, el progreso natural de la propia empresa, de ser una start-up de primera generación a convertirse en una empresa multigeneracional más compleja con estructuras e intereses de negocio diversificados.
En paralelo, la propia familia evoluciona, añadiendo complejidad y oportunidades con cada transición generacional. A medida que crecen el negocio y la familia, las tensiones internas hacen surgir lo que pueden parecer objetivos contrapuestos.
Esta disyuntiva entre familia y empresa puede acentuarse cuando sobreviene una crisis como la pandemia de COVID-19 y añade complejidades y desafíos adicionales a la gestión de una empresa familiar.
Hemos vivido meses de mucha incertidumbre… El vértigo de aquellos cuyos puestos de trabajo quedaron en el aire de la noche a la mañana y la incertidumbre sobre lo que ocurriría en el futuro, tanto inmediato como a más largo plazo. La responsabilidad de teletrabajar para aquellos que pueden hacerlo. La búsqueda de los equilibrios y la generación de rutinas que permitan mantener una cierta productividad, un equilibrio familiar y el mantenimiento de nuestra propia salud y forma física en condiciones poco favorables.
También hemos vivido tiempo de reflexión, de dedicar tiempo a analizar las causas de la situación que estamos viviendo, de evaluar las posibles respuestas que se van proponiendo y de razonar cuáles deberán ser las respuestas y acciones que deberemos emprender en los próximos meses y años.
Las empresas familiares disfrutan a menudo de una ventaja frente a las no familiares a la hora de mostrarse capaces de adaptarse rápidamente, pero el reto de la pandemia de la COVID-19 ha demostrado que, incluso las empresas mejor gestionadas y rentables, pueden paralizarse cuando su fundador u otros directivos clave no se encuentren disponibles, se vean sobrepasados o carezcan de la capacidad de recurrir a otros expertos y contemplar otras perspectivas.
Por otro lado, las familias que se resisten a implantar principios de buen gobierno pueden tender a ignorar las disrupciones que tienen lugar en el mercado o a minimizar su importancia.
¿Qué aprendizajes obtenemos de la situación derivada de la pandemia?
Gestión de los riesgos
Una pandemia no es más que una de las posibles causas de una paralización abrupta de la economía, que pueden ser muy diversas: catástrofes naturales, energéticas, crisis geopolíticas, accidentes, incendios de las instalaciones, etc.
Cualquier paralización de la actividad económica tiene una serie de características comunes que pueden ser anticipadas y que pueden dar lugar al establecimiento de planes de contingencia.
Esta misma lógica, debe aplicarse a otros muchos tipos de riesgos, ya sean de carácter estrictamente económico, o relacionados con otras problemáticas habituales en las empresas familiares.
La lección que debemos extraer es que la meditación sobre riesgos que son factibles es una rutina que debemos implantar e interiorizar en las empresas.
Autocrítica y objetividad
Además de prever riesgos potenciales y prepararnos para afrontar situaciones difíciles, también es necesario ser capaz de diagnosticar nuestra situación actual de un modo objetivo y autocrítico. Conocer bien las potencialidades y las limitaciones de los recursos y capacidades que tenemos, nos prepara para disponer de un mayor número de alternativas cuando las circunstancias lo requieran.
El final de muchos negocios podría haberse evitado si hubiesen reconocido su potencialidad en lugar de anclarse a un modelo de negocio sin la flexibilidad suficiente para adaptarse a nuevas condiciones.
Proactividad y saber priorizar para aprovechar las oportunidades
Ser proactivo para dotarse de recursos, para aprender, para explorar nuevas alternativas, es uno de los activos más relevantes para preparar el futuro.
La reputación de la empresa y de la familia cuesta muchos años de construir, pero podemos hacerla desaparecer en muy poco tiempo si no somos consistentes en los momentos de mayor visibilidad de nuestras acciones.
Los momentos de gran inquietud tienden a mostrarnos nuestra fortaleza y esto se manifiesta claramente en los negocios familiares que intentan afrontar la pandemia de la COVID-19. Cuando se desencadena una crisis como la actual, si no se cuenta con modelo de gobierno bien definido, es mucho más complicado salir airoso de la situación. Sin embargo, también ocurre lo contrario: en el caso de negocios familiares que cuentan con un esquema de gobierno bien definido, planificado y consensuado, la adversidad puede unirlas aún más.
La COVID-19 está enseñando a las empresas familiares muchas lecciones sobre la capacidad de respuesta, la agilidad y la adaptación. También es destacable la necesidad de autoevaluarse de forma crítica, investigar qué funciona y qué no funciona y lo que tal vez no se está teniendo en cuenta y debería considerarse. En esto consiste el buen gobierno: en aumentar la resiliencia. Por esta importante razón, los negocios familiares han contribuido significativamente a la sociedad durante tanto tiempo y están preparados para perdurar en el tiempo de forma rentable sin dejar de lado el ámbito más humano y social.
La empresa familiar en España ha apostado por asumir riesgos, acelerar iniciativas, innovar en estrategias, procedimientos y productos e invertir en formación para adaptarse a una realidad cambiante y repleta de incertidumbres, todo ello con la vista puesta en las nuevas necesidades que demandan los clientes/consumidores y con un loable instinto de superación y altas dosis de esfuerzo y optimismo.
Fuentes:
(1) Deloitte
(2) La Empresa Familiar
(3) Fundación Formación y Futuro
(4) KPMG
Imagen:
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