Cuando fundamos una empresa lo hacemos con grandes expectativas.
Queremos que triunfe, que se convierta en nuestro modo de vida. Queremos solucionar los problemas de los clientes y los nuestros.
Son expectativas positivas, no entran en conflicto con las de nadie más y son relativamente fáciles de manejar. Solo relativamente, porque para cumplirlas habrá que trabajar mucho y bien.
De lo que vamos a hablar hoy es de otro tipo de expectativas, aquellas que pueden poner nuestra empresa familiar en peligro. De hecho hay autores que afirman que el (mal) manejo de expectativas es la primera causa de muerte de la empresa familiar.
Primero entendamos el problema. ¿Qué son las expectativas y por qué son importantes?
Cualquier empresa está constantemente gestionando expectativas: las de sus accionistas, las de sus proveedores, las de sus clientes y las de sus empleados. Es la naturaleza de los negocios, quizá incluso lo que los hace divertidos.
Hacer bien esta gestión significa, generalmente, tener éxito empresarial.
En una empresa familiar, además, se enlazan y entrecruzan con todas aquellas expectativas relacionadas con el ámbito familiar:
- Las del hijo que aspira a suceder al padre.
- Las del hermano y su mujer que necesitan que la empresa consiga mejores resultados para financiar sus proyectos personales.
- Las de la sobrina que también aspira a suceder a su tío igual que ocurre con su primo.
- Las del yerno que espera una promoción y un aumento de sueldo.
- … (Pon aquí todas las que se te ocurran, hay muchas más de las que parece).
Añadamos aquí el objetivo principal de toda empresa familiar que no es otro que la perdurabilidad, lo que implica éxito empresarial y éxito en la gestión de todas las expectativas familiares.
El problema consiste en que no todo esto es siempre compatible, la empresa y la familia no funcionan como entidades independientes sino que sus intereses y expectativas se entrecruzan en un grado de complejidad creciente. El tiempo solo actúa como un factor agravante de la complejidad.
Lo que quiere decir que el problema crece, nunca se va a resolver por sí solo.
Hay que actuar. Y hay que hacerlo porque el precio de no hacer nada es demasiado alto, puede suponer mucho más de lo que estamos dispuestos a asumir. Sin ponernos dramáticos puede fácilmente suponer la destrucción del proyecto.
¿Y cómo se gestionan las expectativas en la empresa familiar?
Bien, llegamos al meollo de la cuestión.
Existen diversas herramientas que puedes utilizar, algunas bien conocidas como el protocolo familiar, otras algo menos conocidas como la profesionalización de la empresa familiar o la implantación de mecanismos de gobierno corporativo y familiar.
Pero no caigamos en el error de confundir herramientas con soluciones.
Cada una de estas herramientas puede ayudarte a solucionar un problema determinado, pero cuando hablamos de gestión de expectativas, y por tanto de supervivencia, tenemos necesariamente que mirar a la globalidad del problema.
Eso implica, primero, entender que estamos gestionando un sistema compuesto por la familia, la empresa y el patrimonio. Las expectativas que tenemos que gestionar están relacionadas siempre con algunos de los tres componentes y sus relaciones.
No existen atajos que tomar, cualquier solución que no contemple todos los elementos implicados no estará atajando el problema.
Hagamos hincapié en que el objetivo es la perdurabilidad del sistema, su capacidad de pasar de generación en generación, es un objetivo muy ambicioso y, como tal, requiere de una solución ambiciosa.
El hecho de que existan expectativas más o menos ocultas, implica que no se han tomado las medidas necesarias que aporten claridad, que todo el mundo conozca las reglas del juego, lo que puede esperar y lo que no.
Son esas reglas del juego las que tenemos que poner en marcha, pero hay que hacerlo tomando en consideración las opiniones de todas las partes implicadas.
Nuestra sugerencia es evitar las soluciones parciales y atacar el problema con la implantación de un plan global familia empresa que tome en consideración todas las ramificaciones.
El diseño de un plan global es complejo, implica pasar por varias fases (diagnóstico, diseño de la solución, implantación, monitorización) y es la mejor forma de conseguir resultados a largo plazo.
Los clientes a los que les hemos desarrollado este tipo de planes destacan el nivel de claridad que se alcanza y, sobre todo, que el valor real está en el proceso que se sigue para diseñarlo e implementarlo. Todas las partes implicadas son entrevistadas, todas las expectativas salen a la luz y, la participación de todos en distintas fases del plan hace que su implantación sea mucho más sencilla de lo que en principio pudiera parecer.
Esperamos que este artículo te ayude a entender cómo gestionar las expectativas en tu empresa familiar. Si necesitas ayuda con ello no tienes más que contactarnos.